13 octubre 2008

Todesfugue

Hablemos de Paul Celan, de su muerte y el rumbo que tomó su vida tras la caída al Sena. Hablemos de los nazis, de Czernowitz, de la esperanza que guardaban en la muerte los débiles de alma. Hablemos de "fuga de la muerte" o "muerte en fuga", su sitio entre los mejores poemas del siglo, sin duda. Hablemos de lo que siento cuando Paul Celan me habla en su poesía y el éxtasis de sus imágenes en la obra de otros poetas. Hablemos pues, de un poeta que murió poéticamente como mi amigo Leonardo Murillo, uno de los grandes y admirados. Hablemos de sus fugas, de sus exterminios, de sus muertes cuando la fuga no bastó.

No hablemos, si eso quisiera Celan.
Callemos como lo hizo Murillo.
Gritemos si eso nos aliviara un poco.

Ese dolor es la ruta -cada verso lo sabe, ¡oh, lo intuye!-
la verdadera cima del poeta
ese goce, lo destructivo
-Ad astra per aspera-.

Yo no quisiera ser dolor, pero si la vida lo permite
me vaciaré como los cántaros:
seré vino para los que buscan agua,
seré agua para los que tengan sed.

Yo no quisiera ser fuga, pero si la vida lo permite
recorreré furioso la música de los muertos:
seré la tragedia de los días,
seré los diás dibujados en el cuerpo.

Si yo no fuera,
¡Ay de mí
que no sabe del tiempo sin el dolor!,
no sabe nada:

Esa leche negra del alba quisiera yo beber
como un sol que venga a los caprinos de la mañana.





No hay comentarios: