A veces el cansancio ciega.
La mayoría de las veces ata.
He tenido ganas de no escuchar a nadie, de callarme los oídos al mundo.
He tenido ganas de matarme la voz cuando parece pecado el sonido que sale de la boca.
He sufrido -este último tiempo- una constante vocación por lo ido.
He padecido, para mi desgracia, noches entera de insomnio.
He despertado cansado.
He cerrado los ojos atado.
He muerto varias veces la última semana esperando un vértigo que renueve el alma.
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