Casi siempre pienso en como uno llega a ser un buen poeta, qué lo otorga, qué lo permite. Naturalmente el pensar este tipo de cosas suele pasar por alto las reflexiones acerca de lo bueno, lo virtuoso, lo genial, etc., porque basta con las ideas que uno ya tiene incorporadas, eso es suficiente para legitimar el ejercicio. Tomando en cuenta lo anterior, la mayoría de las veces he llegado a la conclusión que sólo hay dos posibilidades:
1) Ser un genio y que la virtud poética sea cualidad intrínseca. Por lo mismo no habría que hacer mucho más que escribir para ser bueno escribiendo.
2) La segunda, menos amable y más caprichosa, es carecer del genio de los primeros, pero trabajar enormemente hasta conseguir que el oficio de escribir llegue a ser una práctica genial y que la escritura misma sea virtuosa.
Me encantaría declarar que pertenezco a los de la primera... pero no, para nada. Entonces, como irremediablemente soy parte de los escritores de la segunda, mi única posibilidad de ser un buen poeta, es el trabajo arduo del oficio.
Siete palabras entonces para los nuestros:
Leer y releer y escribir y reescribir
1) Ser un genio y que la virtud poética sea cualidad intrínseca. Por lo mismo no habría que hacer mucho más que escribir para ser bueno escribiendo.
2) La segunda, menos amable y más caprichosa, es carecer del genio de los primeros, pero trabajar enormemente hasta conseguir que el oficio de escribir llegue a ser una práctica genial y que la escritura misma sea virtuosa.
Me encantaría declarar que pertenezco a los de la primera... pero no, para nada. Entonces, como irremediablemente soy parte de los escritores de la segunda, mi única posibilidad de ser un buen poeta, es el trabajo arduo del oficio.
Siete palabras entonces para los nuestros:
Leer y releer y escribir y reescribir
No hay comentarios:
Publicar un comentario