¡Cantad los fuegos encabalgados! En el viento hay una sátira sagrada queriendo brotar por la sangre del pueblo judío, por los hijos del mar muerto. No esperará arrepentidos en la hora de la muerte, ni blancos defensores de la libertad.
Alzad las manos al ángel rocío con la atención del borrego sucio y los brazos de un puñal frágil. Desde el oeste grita el tifón que nunca más será esclavo. Desde el este se derrumba el susurro pálido de la creación. Desde el norte azotará el hielo. El norte se refugiará al sur. El sur lo recibirá con sangre.
¡Quemad el tiempo profano! Por el olor del vino se cae el cuerpo: el cuerpo caído no lo levantará el vino cuando arrecie el hambre, la sed y los niños. Las joyas no pagarán las deudas del impío, el dinero no dilatará el fin del desalmado.
¡Cantad los fuegos del alto cielo! Descenderán como ira en los gobernantes, sobre los reyes de la tierra. Los que canten tan pobres como puedan, tomarán la tierra como herencia, la cultivarán para saciar las venas de tanto antepasado muerto. Aquel que muera, que no viva para la vida eterna; aquel que viva, que viva para la vida eterna hasta que muera, amigos míos.
¡Cantad los fuegos del alto cielo! Descenderán como ira en los gobernantes, sobre los reyes de la tierra. Los que canten tan pobres como puedan, tomarán la tierra como herencia, la cultivarán para saciar las venas de tanto antepasado muerto. Aquel que muera, que no viva para la vida eterna; aquel que viva, que viva para la vida eterna hasta que muera, amigos míos.
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