Me hice acompañar por uno de sus tantos cuartetos de cuerda.
Apenas comenzó el violin dejé de escucharlo.
Apenas entró la viola escuché una voz.
Apenas el violonchelo y yo supe que no estaba loco:
Beethoven aprendió a hablar otro lenguaje.
No recuerdo haber comprendido tan bien una pieza de música en mi vida.
Quise llorar, ojala solo y oscuras.
¿Qué importancia tiene la voz de un muerto?
Quise acompañar un rato al sordo.
Hundirme en la tierra hasta tocarle las manos.
Desde ese día que ya no escucho muchos instrumentos en las composiciones de Beethoven: eso me conmueve profundamente. No lloro, claro, pero es difícil no emocionarse cuando te conectas con alguien que ya está muerto. ¿Qué tan sordo estaba él cuando yo tomé el bus rumbo a la casa de Tamara? ¡No susurró quiero estar solo! ¡Gritó quiero estar vivo!
Ahora quisiera ser sordo, y hablar otro lenguaje.